22 de mayo de 2008

La imagen de hoy: "La novia", de Duchamp

Susan Sontag, "Sobre la fotografía". La fotografía, inventario de la inmortalidad


“La fotografía es el inventario de la inmortalidad. Ahora basta oprimir un botón para investir un momento de ironía póstuma. Las fotografías muestran a las personas allí y en una época específica de la vida, de un modo irrefutable, agrupan gente y cosas que un momento después ya se han dispersado, cambiado, siguen el curso de sus autónomos destinos. La reacción ante las fotografías que Roman Vishniac hizo en 1938 de la vida cotidiana en los guetos de Polonia se ve abrumadoramente afectada por el conocimiento de que esa gente no tardaría en perecer. Para el paseante solitario, todos los rostros de fotografías estereotípicas ahuecadas tras un vidrio y fijadas en las lápidas de los cementerios de países latinos parecen contener una profecía de sus muertes. Las fotografías declaran la inocencia, la vulnerabilidad de las vidas que se dirigen hacia su propia destrucción, y este vínculo entre la fotografía y la muerte lastra todas las fotografías de personas”.

Susan Sontag, Sobre la fotografía, 1ra edición, Buenos Aires, Alfaguara, 2006, p. 105.

Cine. Reseña Intempestiva: Besieged, de Bernardo Bertolucci


Una bella mujer africana realiza tareas domésticas en la casa que un pianista acaba de heredar de su tía. Un día el pianista le declara su amor a la mujer, que lo rechaza y le cuenta no sólo que es casada sino que su marido es un preso político de una dictadura en su país natal. La relación vuelve a ser la de patrón y empleada pero ella progresivamente advierte que el pianista poco a poco se va desprendiendo de los objetos de valor que abundan en la mansión y un día encuentra estampillas de su país (en estas está la imagen del dictador) pegadas en un sobre destinado a su patrón. Cuando ya casi no quedan objetos en la casa la mujer recibe un sobre con las mismas estampillas, destinado a ella. La carta le informa que su marido está vivo y ha mejorado sus condiciones como prisionero. Inmediatamente se da cuenta que el pianista ha estado pagando el rescate. Sin embargo, ella no se atreve a enfrentar a su patrón para agradecérselo. Cuando el pianista ha llegado al punto de vender su piano y ella ya ha recibido un telegrama de su marido en el que le informa de su libertad y su inminente viaje a Italia para encontrarse con ella, la mujer entra en crisis: el acto de amor absoluto de su patrón la ha conquistado y la llegada de su marido recién liberado deja de ser un motivo de felicidad para convertirse en un dilema irresoluble. La película está contada con la cantidad mínima imprescindible de palabras. Y cada diálogo tiene una funcionalidad extrema. Hay un uso radical de la narración en imágenes y la luz, la composición y el color tienen roles protagónicos. Los actores otorgan a cada momento de la vida de los personajes la dosis exacta de intensidad necesaria para cada situación y el resultado es una expresión tal que no se requieren palabras. La secuencia final, que alterna entre un plano general que muestra al marido parado frente a la puerta, un dedo que presiona sobre un timbre y, en la cama junto al pianista, la mujer que no se decide a abrir, es un ejemplo de cómo el director logra la máxima tensión con una cantidad de imágenes mínima. Y en la misma secuencia, la cámara fija en un tiempo prolongado sobre el lugar vacío que ella ha dejado en la cama, cuando finalmente se decide a acudir al llamado, es un ejemplo del uso metafórico que puede lograrse cuando se tiene en claro que la cámara, además de narrar, es portadora de significado.