26 de mayo de 2008

CUADERNO BESTIARIO 4: El albatros, de Charles Baudelaire.


Suelen, por divertirse, los mozos marineros
cazar albatros, grandes pájaros de los mares
que siguen lentamente, indolentes viajeros,
el barco, que navega sobre abismos y azares.

Apenas los arrojan allí sobre cubierta,
príncipes del azul, torpes y avergonzados,
el ala grande y blanca aflojan como muerta
y la dejan, cual remos, caer a sus costados.

¡Que débil y que inútil ahora el viajero alado!
El, antes tan hermoso, ¡que grotesco en el suelo!
Con su pipa uno de ellos el pico le ha quemado,
otro imita, renqueando, del inválido el vuelo.

El poeta es igual ... Allá arriba, en la altura,
¡qué importan flechas, rayos, tempestad desatada!
Desterrado en el mundo, concluyó la aventura:
¡sus alas de gigante no le sirven de nada!

Charles Baudelaire

La imagen de hoy: "Vista de Delft", de Vermeer


CUADERNO INFANCIA 5


No sé si he cumplido los siete años. Estoy en la vereda de mi casa con una gran pila de unas figuritas enormes. Cada una tiene la foto de un jugador de Primera A tomado de cuerpo entero. Estoy orgulloso porque tengo las fotos del equipo entero de River. Pero además tengo fotos de jugadores de muchos otros equipos. Camino con mis figuritas por Emilio Lamarca hasta Morón y en Morón doblo a la izquierda para el lado e la calle San Nicolás. En el camino me encuentro con Bahamonde, un compañero de primer y segundo grado, que está en la puerta de su casa. Bahamonde es petiso, de ojos castaño claros, usa el pelo rapado a los costados y un gran flequillo. Tiene una voz particular, como aflautada. Nos sentamos en el umbral, le muestro las figuritas, charlamos. Llega el momento de irme y entonces vuelvo a casa. Cuando llego me reviso los bolsillos y compruebo que no tengo conmigo ninguna de mis figuritas. Me doy cuenta de que me las olvidé en lo de Bahamonde y entonces vuelvo hasta su casa para recuperarlas. Toco el timbre, pero Bahamonde no sale. No sale. Este detalle tiene relevancia ahora, después de cuarenta años. Me atiende desde la ventana. Le pregunto por mis figuritas y me dice que no sabe nada. Y me muestra impasible las que dice que son sus figuritas. El equipo entero de River y otras muchas fotos de jugadores. En ningún momento tengo el coraje de acusarlo de haberme robado las figuritas, de pedirle que me las devuelva. O quizás sí. Pero Bahamonde, con la misma edad que yo, da una muestra de cinismo y sangre fría estremecedores para fingir que esas figuritas son efectivamente de él. Vuelvo a casa completamente despojado. Lo que me extraña es cómo en ese momento no busqué ayuda para recuperarlas. Supongo que la actuación de Bahamonde fue tan buena que logró convencerme de que por alguna razón yo las había perdido en el camino. Así me desalentó de hacer una acusación que, además de ponerme en ridículo, podía terminar siendo una injusticia.